lunes, 30 de noviembre de 2009


La revolución industrial.

Hablar de la revolución industrial hace referencia a la gigantesca transformación que, entre 1780 y 1850, cambió el aspecto de Inglaterra, las aldeas se convirtieron en populosas ciudades; el mar del Norte y el de Irlanda, así como tramos de algunos ríos, quedaron unidos por hilos de agua tranquilos; se colocaron las primeras ferrovías para las nuevas locomotoras.
La estructura de la sociedad sufrió cambios de igual manera: la población aumento, hombres y mujeres nacidos y criados en el campo vinieron a vivir en grupos estrechos, ganando su pan como unidades dentro de la fuerza de trabajo de las fábricas, el trabajo se fue especializando más.

Se explotaron nuevas fuentes de materias primas, se abrieron nuevos mercados y se idearon nuevos métodos de comercio, el capital aumentó, apareció el sistema bancario y se anularon los impedimentos legislativos sobre la libre empresa.
Los cambios no fueron solo industriales, sino también sociales e intelectuales; el capitalismo se originó mucho antes de 1760, y alcanzó su pleno desarrollo mucho después de 1830.
El rasgo más notable de la historia social de este periodo es el rápido crecimiento de la población. En la segunda mitad del siglo XVIII había aumentado en 40%, y en las ter primeras décadas del siglo XIX en más de 50%. Una causa del aumento de la población fue que los labradores tendieron a hacer sus propios hogares en lugar de hospedarse con sus patronos, y la disminución del sistema de aprendizaje en la industria favoreció los tempranos matrimonios y las grandes familias. Otro factor que contribuyo al aumento de la población fue la reducción de mortalidad. En muchos otros países de la Europa occidental y del norte, donde no ocurrió nada que pueda clasificarse como revolución industrial, la población también crecía rápidamente.[1]
En Inglaterra del siglo XVIII y más adelante, junto con el aumento de la población tuvo lugar un aumento de los otros factores de la producción, y fue posible que el nivel de vida del pueblo se elevara.
La papa, que estaba convirtiéndose en un alimento popular en el norte, trajo sustanciales economías en el uso de la tierra. Los terrenos que con anterioridad estaban fuera del sistema de actividad económica, se fueron introduciendo a éste, dándoseles un mejor uso.
Al mismo tiempo tenía lugar un rápido incremento del capital; aumentaba el número de personas con ingresos más que suficientes para satisfacer sus necesidades primarias y se incrementaba el poder del ahorro, el cual empleado de manera productiva hacia crecer las riquezas, por ejemplo los terratenientes mejoraban sus tierras, los comerciantes ampliaban sus mercados y los fabricantes contrataban más mano de obra.
Gran parte de la actividad económica de la época la controlaban pequeñas asociaciones; en ellas, cada asociado tenía derecho a recibir una parte de los beneficios anuales, o bien dejarla íntegra o no como capital para hacerla producir más.
La reglamentación de la industria por medio de gremios, municipalidades y de gobierno central, había desaparecido o se había hecho caso omiso de ella, y el campo quedaba abierto para el libre ejercicio de la iniciativa y empresa individual.
La Sociedad para el Aliento de las Artes, Manufacturas y Comercio, fundada en 1754, ofreció premios a aquellos inventores que estaban dispuestos a hacer de sus descubrimientos posesión común.
La corriente del pensamiento científico inglés, nacido de las enseñanzas de Francis Bacon y aumentado por el genio de Boyle y de Newton, fue una de las principales fuerzas dentro de la Revolución Industrial.
La filosofía natural se liberaba de su asociación con la metafísica y se dividía en sistemas independientes, tales como la fisiología, la química, la física, la geología y otras; físicos y químicos estuvieron en íntimo contacto con los líderes de la industria británica, al igual que hubo mucho movimiento entre laboratorios y fabricas. Los nombres de ingenieros, fabricantes de hierro, químicos industriales y fabricantes de instrumentos que se encuentran anotados como Miembros de la Real Sociedad, muestran la estrecha relación que entonces existía entre la ciencia y la práctica.[2]

Innovaciones tecnológicas.

El progreso técnico es uno de los factores más importantes del desarrollo económico, y una serie de innovaciones tecnológicas son la base de la revolución industrial. En el análisis de la relación entre progreso científico-tecnológico y el desarrollo, el elemento más importante es la distinción entre invento e innovación o cambio tecnológico. La innovación es posible sin que exista algo identificable como invención, la cual puede no producir efectos económicos importantes. El invento es el resultado de la mente humana que produce algo nuevo, mientras que la innovación es un reordenamiento de los procesos productivos provocado por cualquier causa y cuyo resultado tiene importancia económica ya que genera un cambio en la función de producción, simplemente definiremos la innovación como la creación de una nueva función de producción.
[3]
Alrededor de 1760, una ola de pequeños instrumentos, destinados a facilitar el trabajo, inundó Inglaterra. El ritmo acelerado del desarrollo se comprueba por el catálogo de patentes, por la lista creciente de decretos de cercamiento o de deslinde, por las formas crecientes de la producción y de las exportaciones y por el nivel de precios, el cual, después de haber permanecido casi estable durante dos generaciones, empezó el ascenso que duró por más de medio siglo.
En la agricultura el cercamiento continuó con rapidez. Se extendió de las parroquias donde los ocupantes eran pocos, a aquellas donde había muchos; la aldea del campo abierto no permanecía totalmente estancada, en algunos lugares se introdujeron nuevas rotaciones de cultivos, entre otros el del trébol. La Ley General de cercamiento simplificó el procedimiento, redujo los costos y permitió que, desde esa fecha hasta 1815, el movimiento de demarcaciones prosiguiera rápidamente. Después de 1780 aumentó el propietario residente, pues, tal como durante el periodo de 1914 a 1920, muchos labradores emplearon sus ingresos de tiempos bélicos para comprar sus tenencias. Los agricultores emigraron a ciudades vecinas, pero no debe atribuirse tal emigración a una repulsión de la agricultura, sino a una tendencia a la industria.[4]
La mejoras técnicas de la época no fueron de aquellas que ahorran trabajo. La agricultura ofrece relativamente poca oportunidad para la especialización, el empleo intensivo de la maquinaria en el campo vino tan sólo con el siglo XX.
El aumento en la producción del hierro ayudó a sustituir la madera por el metal en la construcción del arado, como también en partes el rastrillo y del rodillo, y para 1803 un arado de acero se puso a la venta en el mercado inglés; ninguna de estas innovaciones tuvo consecuencias, y es en otras direcciones donde debemos buscar los cambios fundamentales dentro de la técnica agrícola. Las papas fueron de uso común, y ya no pudo decirse que la carne constituye un plato de lujo; una dieta mejor y más variada tuvo sus efectos sobre la salud y la duración de la vida de los obreros, lo que no puede contarse entre las causas menores de la expansión de la producción industrial.
Tal como la agricultura, la metalurgia fue otro elemento indispensable en la conformación de la primera revolución industrial. La producción incrementada de hierro, a su vez basada en la del carbón, tuvo grandes efectos sobre las prácticas mineras. La iluminación subterránea continuó siendo grave problema hasta que Sir Humphrey Davy, el Dr. Clanny y George Stephnson inventaron diferentes lámparas de seguridad por los años de 1813 y 1815, estas lámparas trajeron consigo, no solo una mayor seguridad para los mineros, sino una mayor producción, pus pudieron explotarse vetas hasta entonces calificadas de muy peligrosas.
En la industria del hierro, los altos hornos, alimentados con coque habían crecido en número y tamaño abriéndose nuevas regiones industriales. Si bien el carbón vegetal todavía era indispensable para convertir los lingotes de hierro en varillas, el combustible mineral se usaba más y más en los primeros tratamientos del mineral, y los hermanos Cranage, empleados de la Compañía Coalbrookdale, casi lograron éxito en su intento de usar solamente coque en 1776.
Dentro de un periodo de tiempo relativamente breve, la industria se concentró en cuatro regiones principales, y nuevos tipos de poblaciones, densamente pobladas, crecieron alrededor de los montones de escoria de las minas de Staffordshire, Yorkshire del sur, Clyde y Gales del sur.
La invención de Cort para la pudelación y laminado, como muchas otras invenciones técnicas de la época, no hubiera podido ponerse en práctica sin la ayuda de nuevas formas de energía.[5]
Entre los merito de James Watt esta no solo haber sido uno de los primeros en aplicar a la industria los métodos de experimentación sistemática, hasta entonces privativos de la ciencia, sino haber sintetizado, hasta entonces privativos de la ciencia, sino haber sintetizado ideas de otros, auxiliándose de todas las diferentes habilidades que eran precisas para crear tan complejo mecanismo. Watt se ocupó durante largo tiempo en la idea de transformar el movimiento de rotación, capaz de impulsar la maquinaria, lo cual se hizo posible por medio de una serie de invenciones entre otras la denominada “el sistema solar”, que fue patentada en 1781. El año siguiente nació la maquina rotatoria de doble efecto.
La introducción al mercado de la maquina giratoria fue un hecho verdaderamente histórico, transformó completamente las condiciones de vida dentro de las cuales vivían millares de hombres y mujeres.
En la manufactura de los textiles la transformación fue más rápida. Ya habían ocurrido importantes cambios en los hilados, el problema de la escasez de hilaza, que durante tanto tiempo impidió el desarrollo de los tejidos, había sido resuelto. Durante los años 1764-1767, James Hargreaves, inventó un torno o maquinaria simple, movida a mano por medio de la cual una mujer podía hilar, al principio seis o siete, pero después hasta ocho hilos a la vez.
El torno para hilar se adoptó con entusiasmo, en Nottingham primero y después en Lancashire, y se calcula que había, para 1788, como veinte mil de estas maquinas empleadas en Inglaterra. Era lo bastante pequeño para instalarse en una casa habitación, su construcción barata y no necesitaba gran fuerza física para operarlo. Por consiguiente, encajó bien dentro de los marcos de la industria doméstica, y puesto que el hilandero estaba así en capacidad de mantenerse al nivel del tejedor, la invención fortaleció, en lugar de disminuir, la economía familiar. La hilaza obtenida por medio del torno era, sin embargo, muy suave y utilizable sólo para la trama; para conseguir un producto más resistente, dicha hilaza tenía que torcerse con la rueca de mano, hasta que, al poco tiempo del invento de Hargreaves, apareció el que se une al nombre de Arkwright, quien, en 1768 construyó el “bastidor”, que era semejante al invento de Lewis Paul. El producto era un torcido fuerte utilizable para la urdimbre, y menos costoso que el lino, usado antes para este objeto. Con esta base se fabricaron todos los percales baratos, tejidos exclusivamente con algodón, y que constituyeron el primer paso dentro de la revolución de la industria textil.[6]
En 1785, la maquina de vapor de Watt se aplicó por vez primera a los hilados por medio de rodillos, y después de 1790, cuando el vapor se usó para mover a las hiladoras intermitentes, fue posible establecer grandes fabricas dentro de las ciudades.
El crecimiento de las fábricas urbanas fue rápido; si para 1782 tan solo había dos molinos algodoneros en Manchester y sus alrededores, en 1802 el número era de cincuenta y dos y para 1811 cuatro quintos de las telas de algodón que se producían en Lancashire eran producto de hilaza obtenida por medio de la hiladora intermitente, e hilada en las ciudades en su mayor parte.
En oposición al rápido desarrollo que tuvieron los inventos para hilados, el telar mecánico tuvo un progreso relativamente lento: muchas mejoras se le aplicaron antes de convertirlo en un útil instrumento de producción dentro de las fábricas.
En los primeros años del siglo XIX, el estampado de percales se hizo por artesanos por medio de bloques de madera, y ejecutado a mano. La primera innovación consistió en sustituir los bloques por placas de cobre, pero el gran paso adelante tuvo lugar en 1783, cuando el escocés Thomas Bell los reemplazó por grandes cilindros rotatorios movidos por energía no humana. Este desarrollo está ligado íntimamente al descubrimiento de nuevos reactivos y tinturas, realizado por químicos escoceses y franceses especialmente, y por crecimiento de la industria química en Inglaterra.
El método tradicional del blanqueado era exponer la tela a los rayos solares, o bien hervirla, primero en una solución de cenizas y después en leche agria. En 1756, el profesor Francis Home publicó en su libro, Arte del blanqueado, la conveniencia de remplazar la leche agria por el ácido sulfúrico, utilizado con anterioridad para limpiar la hojalata y otros productos metálicos. La producción de materias primas para el blanqueado fue tan solo uno de los renglones de la aplicación de la química a la industria. En forma paralela y conectada con la manufactura de los ácidos, estaba la de las sales y alcaloides.[7]

En las industrias, el incremento de la producción se debió a nuevas formas de energía, a nuevas máquinas o bien a nuevos derivados de las ciencias. Que éstas no sean las únicas causas que dieron forma a la Revolución Industrial, es conclusión a la que se llega con el examen del desarrollo que tuvo lugar en la alfarería. A partir del siglo XVII, la escasez del estaño y del plomo unida al aumento del consumo del té y del café, trajo una situación gradual del metal por loza de barro, material que también se empleó en utensilios caseros de varias clases.
Las fábricas fueron pequeñas, el patrono típico era un individuo que poseía uno o dos cobertizos, un tanque para mezclar la arcilla con agua, un gran perol para la evaporación, una rueda de alfarero y un horno para cocer los productos.
A mediados del siglo el “glóbulo pirométrico” permitió medir la temperatura dentro de los hornos, y poco después comenzaron a usarse placas de cobre para grabar dibujos sobre los productos.
Wedgwood fue incansable en sus experimentos: inventó el vidriado verde, introdujo la alfarería color crema, conocida como de la Reina, y perfeccionó la alfarería jaspeada, constituida por figuras blancas en relieve sobre un fondo de color, que es la que ahora más se asocia con el nombre de Wedgwood.[8]
Entre las nuevas actividades que nacieron dentro del movimiento efectuado en el siglo XVIII, tal vez la de mayor importancia fue la ingeniería. Los hombres que construyeron los nuevos caminos, puentes, canales y ferrocarriles fueron civiles empleados no por el Estado, sino por compañías u hombres de empresa deseosos de desarrollar el comercio de la región de donde sacaban sus ganancias.
Si la era de los canales fue corta, coincidiendo con el periodo 1760-1830, los cambios que vio dentro de la vida económica de Inglaterra fueron fundamentales. El precio de mercancías voluminosas o pesadas, tales como el carbón, hierro, madera, piedra, sal y arcilla, se redujo grandemente; las regiones agrícolas, que habían permanecido alejadas de los mercados, entraron dentro del círculo cada vez mayor del intercambio.
Cambios semejantes tuvieron lugar en la red de caminos de la Gran Bretaña. El número de los caminos de portazgo aumentó mucho, en especial durante el principio de la sexta década, y después al principiar la última del siglo XVIII.
Los vagones reemplazaron a los animales de carga en casi toda Inglaterra. Si bien los cambios en las carreteras tuvieron menor importancia para la industria que las vías fluviales, sus efectos en el intercambio interior fueron significativos: el comerciante viajero vino a sustituir al cabalgador; los Reales Correos se convirtieron en un medio de comunicación efectivo, y los procedimientos de hacer pedidos y remitir dinero, fáciles y rápidos.
En todos los ferrocarriles primitivos la fuerza de tracción la proporcionaban los caballos, pero a parir de 1760 muchos de los ingenios de Inglaterra y también de Francia estudiaron la posibilidad de servirse de la energía del vapor, recién descubierta.
La locomotora de vapor significa la culminación de toda la revolución técnica: sus efectos sobre la vida económica de la Gran Bretaña, y del mundo entero, han sido grandes y profundos.[9]
La producción de motores fue solo una de las ramas de la fabricación de máquinas que conoceremos bajo el nombre de ingeniería.
Un paso importante en el levantamiento de una industria especializada tuvo lugar en 1795,
cuando Boulton y Watt dejaron de ser menos consultores para convertirse en empresarios de las Fundiciones de Soho, en Birmingham; talleres mecánicos vieron la luz en Londres; aparecieron fábricas como las de Dobson y Barlow, Asa Lees y Richard Roberts. Estas instituciones representaron a las economías externas, a la vez causa y efecto de la industria en gran escala.

Los métodos más precisos en el cepillado mecánico, en el barrenado, tallado y torneado, que entonces desarrollaron, desempeñaron importante papel en la siguiente fase de la revolución técnica en la Gran Bretaña. Aquellas fábricas donde se aplicaron cada uno de los descubrimientos esenciales fueron centros de los que irradiaban ideas y empresas para otras regiones del país.
El desarrollo de las invenciones queda reflejado en las listas de los comisionados de patentes. Antes de 1760, el número de patentes que se concedía en un año cualquiera casi nunca excedió de doce, pero en 1766 subió en forma súbita a 31, y en 1769 a 36. Durante algunos años el nivel permaneció por debajo de este número, pero en 1783 hubo un salto a 64; después el número decayó, hasta que en 1792 otro salto lo llevó hasta 85. Durante los ocho años siguientes giró alrededor de 67, pero un movimiento ascendente lo elevó a 107 en 1802. Otros máximos se alcanzaron durante los años de 1813 y 1818, pero no obstante, el número de patentes tuvo nuevo máximo, el de 180, y para el siguiente año, uno de bonanza, en número increíble de 250.[10]
Usando las invenciones se ponen en orden cronológico, se pueden distinguir una o dos fases distintas. En los primeros años del siglo XVIII el esfuerzo se dirigió principalmente al dominio de las fuerzas exteriores al hombre. En Coalbrookdale la energía contenida en el carbón fue el elemento escencial para las fundiciones, la presión atmosférica, la energía que movía las bombas y la gravedad, la fuerza por la cual el agua, elevada a determinada altura, movía la gran rueda que a su vez impulsaba los fuelles. Durante los treintas y cuarentas del siglo cuando el capital era relativamente abundante y los trabajadores industriales relativamente escasos, el esfuerzo se centralizó en descubrir mecanismos que ahorrasen trabajo, tales como los debidos a Paul y Kay, en las industrias textiles, y la búsqueda continuó hasta que en los sesenta y setenta, culminó en las maquinarias de Hargreaves, Arkwright y Crompton.[11]
El campo en el cual tuvieron lugar las innovaciones fue tan solo uno de los componentes de la economía nacional: se refería a poco más que a las industrias relacionadas con los inventos, y aquellos productos intermedios como hilaza y telas, que se incluyen en la categoría de bienes de capital. Las diferentes industrias que proporcionaban bienes de consumo permanecieron, a parte de la alfarería, casi sin modificaciones.
En el núcleo de la Primera Revolución Industrial existió un conjunto de innovaciones tecnológicas que conformaron una estructura, cuyos complementos no eran solo una unión de elementos, sino que estaban vinculados entre si de tal modo que su funcionamiento de cada uno de ellos no se puede explicar sin tomar en cuenta el todo del que forma parte.
Es de suma importancia considerar que de no haber sido por todos estos cambios, no podríamos ver las fábricas y los procedimientos de fabricación como hoy en día los conocemos, incluyendo también el modo de vida de la gente que cambió a partir de esta revolución industrial.
Todos y cada uno de estos inventos han ido evolucionando a lo largo del tiempo, encontrando a su paso mejoras en cuanto a la calidad y a las utilidades.
Podemos constatar que la revolución industrial logró obtener grandes cambios en cuanto a la tecnología, sociedad, e incluso cambios intelectuales que marcaron el inicio de una nueva etapa en la historia.

Bibliografía.

Ashton, T. S. La revolución industrial, México: FCE, 1973.
Cazadero, Manuel. Las revoluciones industriales, México: FCE, 1997.

[1] T. S. Ashton, La revolución industrial, FCE, México, 1973, pp. 10-13
[2] Manuel Cazadero, Las revoluciones industriales, FCE, México, 1997, p. 13.
[3] Manuel Cazadero, Las revoluciones industriales, FCE, México, 1997, pp. 16-18.
[4] T. S. Ashton, La revolución industrial, FCE, México, 1973, pp. 73-75.
[5] Manuel Cazadero, Las revoluciones industriales, FCE, México, 1997, pp. 21-22.
[6] T. S. Ashton, La revolución industrial, FCE, México, 1973, pp. 87-88.
[7] T. S. Ashton, La revolución industrial, FCE, México, 1973, pp. 93-94.
[8] Manuel Cazadero, Las revoluciones industriales, FCE, México, 1997, pp. 30-31.
[9] T. S. Ashton, La revolución industrial, FCE, México, 1973, pp. 104-105.
[10] Manuel Cazadero, Las revoluciones industriales, FCE, México, 1997, pp. 34-35.
[11] T. S. Ashton, La revolución industrial, FCE, México, 1973, pp. 109-110.